lunes, 22 de agosto de 2011

Próxima estación, la primavera.

Ya se puede sentir en la copa de los arboles, las ramas que abrazan el tronco para no dejarlo morir de frió, esas ramas que ya están tomando el color de la vida y de la esperanza. También lo puedo sentir en el aire, esa fuerza eléctrica que me llama a florecer los sentidos, las mañas y las ganas de brillar bajo el sol.
Los pimpollos están asomando y con ellos también florece la alegría de poder estar bajo el cielo sin tanto abrigo, disfrutando de las mil variedades de un azul profundo como el alma de quien ama y olvida.
El canto de los pájaros con el correr de los días se armoniza componiendo una sinfonía impalpable para el oído de quien se distrae de la belleza del mundo tal como es. Por la tarde el sol me acaricia y yo me dejo abrazar por su calor que es sincero, sobre todo en esta época de destierros amorosos.
90 días no te alcanzan para congelarme las ansias de oler una flor, pero si alcanzan para abrazar más, porque donde hay frió, hay abrazos verdaderos.